En una conversación íntima y cargada de nostalgia, entrevistamos a Nacho Pereyra en diciembre del año pasado (2024), vocalista y fundador de la banda uruguaya Nada Que Hacer. Durante más de una hora, Nacho compartió con nosotros los inicios de la banda en los años 90, el contexto del punk en Uruguay, el impacto que tuvo Frágil, los desafíos de grabar discos de forma independiente, su conexión con el público y la evolución natural hacia su etapa como solista. Una entrevista profunda, honesta y emotiva que revela no sólo la historia de una banda, sino el camino de vida de un artista que sigue prendido al fuego de la música.
¿Cómo comenzó Nada Que Hacer?
Nacho: La banda se formó oficialmente el 25 de diciembre de 1994. Todo empezó como un trío entre el Sapo, Martín y yo, quienes éramos amigos del colegio. Inicialmente, nos juntábamos para divertirnos y tocar canciones sencillas, como las de Ramones. El punk rock nos dio la libertad de hacer música sin necesidad de grandes conocimientos. Empezamos con instrumentos básicos y, aunque nuestro primer ensayo fue muy simple, poco a poco nos preocupamos por sonar mejor.
¿Cómo era la escena punk en Uruguay en los 90 y qué desafíos enfrentaron?
Nacho: La escena era completamente underground. No había lugares donde tocar, y el punk rock estaba mal visto. Tocábamos en clubes deportivos alquilados y compartíamos escenario con bandas de metal o hip-hop. Como banda emergente, enfrentamos retos como organizar nuestros propios shows y luchar contra el prejuicio hacia el género. Sin embargo, era nuestra forma de divertirnos y desconectar.
En esa época, llegar a otros países como Chile fue un logro increíble, considerando que no había redes sociales. Todo se daba gracias a intercambios de fanzines y casetes, que permitieron que nuestra música llegara a lugares inesperados. Este esfuerzo construyó una base de seguidores que aún persiste.
¿Cómo fue pasar de shows pequeños a presentarse en televisión?
Nacho: El disco Frágil (2003) marcó un antes y un después. Fue editado por Koala Records, un sello importante en Uruguay, lo que nos permitió llegar a un nivel más profesional. El tema “Jamás perder la fe” se convirtió en la cortina musical de un programa periodístico y tuvo un videoclip, algo que nunca habíamos hecho. Esto abrió muchas puertas, aunque no éramos mainstream, y nos posicionó en un círculo más amplio dentro de la música uruguaya.
¿Cómo fue grabar los discos de la banda?
Nacho: Cada disco fue un proceso de aprendizaje. Las primeras grabaciones las hicimos en un home studio con recursos limitados, como una computadora básica y software rudimentario. Para Frágil, trabajamos más la preproducción, grabando sesiones en vivo en el ensayo, lo que nos permitió optimizar el tiempo en el estudio.
El contraste entre los discos es notable: El Búnker de Ideas tiene una esencia más visceral y auténtica, mientras que Frágil fue más maduro y profesional. Ambos reflejan distintas etapas de la banda.
Cada vez que salía a patinar, había dos cosas que nunca fallaban: una caída épica de raja por algún truco mal caído… y el “Haciendo Pie” sonando a todo volumen en mi MP3. Si no empezaba el día con “A Ti”, el kickflip simplemente no salía, el heelflip se perdía en el aire, y esta historia jamás habría existido.
Koke
¿Tienes alguna anécdota especial de las grabaciones?
Nacho: En Haciendo Pie grabamos en cinta, lo que resultó muy complicado por los problemas técnicos del estudio. Fue tan frustrante que decidimos grabar El Búnker de Ideas en casa, a pesar del esfuerzo extra. También aprendimos la importancia de probar un estudio antes de comprometerse, para evitar inversiones innecesarias.
Hoy en día, la tecnología facilita mucho las cosas. Podemos grabar a distancia y ensamblar proyectos sin necesidad de estar en el mismo lugar, algo impensable en los 90.
¿Cómo ha influido la tecnología en el punk y la música independiente?
Nacho: La tecnología ha democratizado la música, permitiendo que cualquiera grabe desde casa con calidad aceptable. También ha facilitado la internacionalización y la reducción de costos. Antes dedicábamos horas y días a ensayos rigurosos, pero hoy se puede optimizar el tiempo y trabajar en proyectos paralelos sin comprometer la calidad.
¿Qué valoras más de la conexión con el público?
Nacho: Lo más conmovedor es cuando alguien se identifica con una canción, cuando te dicen que esa letra los ayudó en un momento difícil o los inspiró a formar su propia banda. Esa retroalimentación te motiva a seguir, incluso cuando piensas que el proyecto no está funcionando. El punk y el hardcore tienen esa esencia de nunca rendirse, y esa conexión con el público lo reafirma.
¿Pensaste que el hardcore melódico se reviviría y tocarías nuevamente en Chile?
Nacho: Después de dejar Nada Que Hacer en 2005, pasé por un periodo oscuro donde me alejé de la música. Sin embargo, en 2012 inicié un proyecto nuevo, Artista Desconocido, que inevitablemente retomó el sonido de Nada Que Hacer. En 2015, gracias a BBS Paranoicos, volvimos a tocar temas de la banda en Chile. Esto reavivó el “fueguito” interno y me recordó lo importante que era nuestra música para la gente.
Aunque he explorado formatos acústicos más íntimos, el legado de Nada Que Hacer siempre está presente. Cada vez que voy a Chile, siento una conexión especial con el público, que me llena de energía.
¿Qué opinas del resurgimiento de bandas melódicas y su impacto generacional?
Nacho: Creo que es un fenómeno generacional. Muchos músicos y fans dejaron la música por responsabilidades como criar hijos o trabajar, pero ahora, con los niños más grandes, han retomado sus pasiones. Esto, sumado al regreso de referentes como Blink-182 y My Chemical Romance, ha inspirado tanto a músicos como a públicos a volver a conectar con esta escena.
Una vez llevaba a una novia en bicicleta, ella iba escuchando música con audifonos mientras yo pedaleaba a su casa. Ese día habíamos faltado a clases, solo pq no queríamos ir y en el camino me encontré con un amigo que me pasó un disco pirata del «Haciendo Pie» porque su discman no reconocía ciertos CDs. Esa fue la primera vez que escuche Nada que hacer y la primera vez que me escape del colegio.
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¿Cómo ha sido explorar el formato acústico?
Nacho: El acústico me permitió llegar a un público que no es del punk ni del melódico. Es una experiencia más íntima y emocional, que conecta de forma distinta. Con la banda completa, es pura energía y pogo; en cambio, el acústico permite que las letras y la música lleguen de manera más directa.
¿Qué otros roles desempeñas en tus proyectos?
Nacho: En esta etapa, hago música sin presión. Participo en tributos y colaboro con productores como Pablo Coniglio, quien se encarga de la producción artística. Trato de balancear mi vida personal y laboral con mis proyectos musicales, eligiendo cuidadosamente en qué me involucro para asegurar que todo lo que hago tenga calidad.
¿Qué podemos esperar de tu show en marzo?
Nacho: El foco estará en las canciones de Nada Que Hacer, con un setlist compuesto en un 99% por temas de los discos. Es posible que incluya alguna canción acústica para conectar con el público, pero será principalmente un show de banda completa. Quiero que la gente lo disfrute al máximo, con toda la energía que caracteriza a Nada Que Hacer.
¿Qué consejo le darías a las nuevas generaciones de músicos?
Nacho: Primero, disfruten lo que hacen. Pero también tomen recaudos: definan roles, reglas y cómo se manejarán los derechos de las canciones desde el principio. Esto evita conflictos en el futuro, especialmente si alguien deja la banda.
Es importante dividir tareas según las fortalezas de cada uno y mantener la amistad separada del trabajo en el proyecto. También recuerden nunca rendirse y perseguir sus sueños, porque la vida es una sola, y no hay garantía de que haya otra oportunidad.
La vida es una sola, no hay reencarnación. Y si hay un paraíso, probablemente no tenga bandas. Así que disfruten haciendo lo que les gusta. ¡Eso es lo más importante!

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